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Bolas de colores giran sobre el escenario, luces de navidad, de esas que tanto le gustan a mi exjefe, bombillas de color rojo colgando del techo y fluor mucho fluor, de color violaceo. En el escenario un birmano borracho con lungyi y camiseta de tirantes de color blanco con manchas de curry desafina canciones melancólicas con una jarra de cerveza caliente sobre su barriga. Le acompaña un músico con coleta del mismo aspecto con un órgano de ritmos, como los que tocan mis primos de la calle morales mientras hacen subir a la cabra sobre el taburete para que haga equilibrios.
Termina su minuto de gloria, pero la gente no aplaude, no le han echo el menor caso, la esperan a ella. Aparece una jovencita asiática con minifalda y zapatos de madera... de repente los borrachos que abarrotan el bar-karaoke, o "beer garden" como le llaman ellos, disparan sus miradas a las piernas de la jovencita, uno se acerca y le pone un espumillón alrededor del cuello y el resto aplaude. Beben y beben, whisky on the rocks y cerveza, doble strong, de 9,9º. Las escupideras rebosan saliva de color rojo, el ruido del generador se deja oir entre canción y canción, los ventiladores no descansan y el calor es insoportable.
La noche continúa en el ático de un edificio en el "Rock Restaurant", desde arriba se ve el resplandor de la pagoda dorada y las pocas luces que se atreven a brillar en Yangón, la bulliciosa excapital del pais. Es el turno del "fashion show", de nuevo un grupo de jovencitas "exhiben los modelos de un joven diseñador", la música techno suena a todo volumen y las chicas desfilan pero en la sala no hay mujeres a los que vender la ropa, en cambio si compradores de placer... Asia en estado puro.
Termina su minuto de gloria, pero la gente no aplaude, no le han echo el menor caso, la esperan a ella. Aparece una jovencita asiática con minifalda y zapatos de madera... de repente los borrachos que abarrotan el bar-karaoke, o "beer garden" como le llaman ellos, disparan sus miradas a las piernas de la jovencita, uno se acerca y le pone un espumillón alrededor del cuello y el resto aplaude. Beben y beben, whisky on the rocks y cerveza, doble strong, de 9,9º. Las escupideras rebosan saliva de color rojo, el ruido del generador se deja oir entre canción y canción, los ventiladores no descansan y el calor es insoportable.
La noche continúa en el ático de un edificio en el "Rock Restaurant", desde arriba se ve el resplandor de la pagoda dorada y las pocas luces que se atreven a brillar en Yangón, la bulliciosa excapital del pais. Es el turno del "fashion show", de nuevo un grupo de jovencitas "exhiben los modelos de un joven diseñador", la música techno suena a todo volumen y las chicas desfilan pero en la sala no hay mujeres a los que vender la ropa, en cambio si compradores de placer... Asia en estado puro.
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