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Nos levantamos de la cama como va siendo habitual en nuestro viaje... sin rumbo fijo. En nuestra mente la frontera guatemalteca, habíamos pasado ya dos semanas de buceo y relax en el caribe, la experiencia en Chachauate nos despertó con ganas de aventura y Tela, la ciudad costera caribeña en la que pasábamos las dos últimas jornadas nos había cansado.
Lo único que sabíamos es que para cruzar al pais vecino teníamos que pasar por San Pedro Sula por obligación, las comunicaciones en Honduras están definidas a su paso por San Pedro o Tegucigalpa. Así, tras varias conexiones conseguimos llegar a Ocotepeque, población fronteriza entre Honduras y Guate. La noche se nos echaba encima, no teníamos demasiadas opciones donde parar así que decidimos intentar llegar a Rio Dulce.
- Dos boletos para Rio dulce, por favor.
- Aquí tiene señor, en quince minutos salimos. Son ochenta quetzales.
A nuestro lado, un tipo con sombrero de cowboy de color marfil vestía camisa a cuadros y pantalón vaquero. Llevaba el mostacho bien recortado, bordeando su boca y alargándose hacia la mandíbula, como si de un espagueti western hubiera sido rescatado. A la cintura, un machete de medio metro impresionaba a cualquier gringo o europeo que estuviese a su lado. Tras él subia al autobus otro tipo del mismo aspecto. Esta vez, bajo el cinturón, a la altura del coxis se presumía una pistola que, al alzar los brazos para agarrarse al pasamanos se descubrió bajo la camisa.
Dan y yo nos miramos con cara de circunstancia... " jooooooder tron!... no veas la peña... ¿será cultural? ¿o simplemente las llevan para utilizarlas?... "
En el interior del bus olía a rancio, como si hubieran encerrado en su interior durante horas a miles de personas recien salidas del gimnasio.
Brrrrrrrrrrrum! brrrrrrrrrrum!, el motor rugía como si el semáforo que dá la salida en las carreras de fórmula uno estuviera a punto de ponerse en verde.
Comenzó la carrera. El conductor aceleraba, parecía que le fuera la vida en ello, las bibraciones del cacharro hacían que todos y cada uno de los tornillos lucharan por no salirse de su sitio. En las curvas las ruedas chirriaban y la inclinación que cojía el expreso guatemalteco nos erizaba el bello e hizo que una energía intensa, como un calambrazo de 220 voltios, nos recorriera el cuerpo desde el estómago hasta la coronilla.
Al fin llegamos a rio dulce, era de noche, en el rio nos esperaba una lancha que nos cruzaría hasta "Casa Perico", el lugar donde hemos pasado nuestra primera noche en Guate.
Lo único que sabíamos es que para cruzar al pais vecino teníamos que pasar por San Pedro Sula por obligación, las comunicaciones en Honduras están definidas a su paso por San Pedro o Tegucigalpa. Así, tras varias conexiones conseguimos llegar a Ocotepeque, población fronteriza entre Honduras y Guate. La noche se nos echaba encima, no teníamos demasiadas opciones donde parar así que decidimos intentar llegar a Rio Dulce.
- Dos boletos para Rio dulce, por favor.
- Aquí tiene señor, en quince minutos salimos. Son ochenta quetzales.
A nuestro lado, un tipo con sombrero de cowboy de color marfil vestía camisa a cuadros y pantalón vaquero. Llevaba el mostacho bien recortado, bordeando su boca y alargándose hacia la mandíbula, como si de un espagueti western hubiera sido rescatado. A la cintura, un machete de medio metro impresionaba a cualquier gringo o europeo que estuviese a su lado. Tras él subia al autobus otro tipo del mismo aspecto. Esta vez, bajo el cinturón, a la altura del coxis se presumía una pistola que, al alzar los brazos para agarrarse al pasamanos se descubrió bajo la camisa.
Dan y yo nos miramos con cara de circunstancia... " jooooooder tron!... no veas la peña... ¿será cultural? ¿o simplemente las llevan para utilizarlas?... "
En el interior del bus olía a rancio, como si hubieran encerrado en su interior durante horas a miles de personas recien salidas del gimnasio.
Brrrrrrrrrrrum! brrrrrrrrrrum!, el motor rugía como si el semáforo que dá la salida en las carreras de fórmula uno estuviera a punto de ponerse en verde.
Comenzó la carrera. El conductor aceleraba, parecía que le fuera la vida en ello, las bibraciones del cacharro hacían que todos y cada uno de los tornillos lucharan por no salirse de su sitio. En las curvas las ruedas chirriaban y la inclinación que cojía el expreso guatemalteco nos erizaba el bello e hizo que una energía intensa, como un calambrazo de 220 voltios, nos recorriera el cuerpo desde el estómago hasta la coronilla.
Al fin llegamos a rio dulce, era de noche, en el rio nos esperaba una lancha que nos cruzaría hasta "Casa Perico", el lugar donde hemos pasado nuestra primera noche en Guate.
Category:
Guatemala
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1 comentarios:
jejeje, bienvenidos a Guatemala, anda que no he pasao horas en autobuses de esos yendo de San Antonio a Guate capital!
El de la pistola posiblemente sea un narco, el del machete un agricultor!
Koldo